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  • Foto del escritorHonduras Trascendental

Vilma L. Núñez: ha cobijado con la oración a más de cinco mil bebés hondureños que ha visto nacer

Tiene más de 21 años de prestar sus servicios en el área de maternidad del Hospital San Felipe y 41 años de laboral en el IHSS.


Es médico general con maestrías en salud pública y epidemiología, salud reproductiva y en gerencia médica y administración de hospitales.

Tegucigalpa. Por su trabajo, a diario es testigo del milagro de la vida. A la fecha, son más de cinco mil bebés hondureños los que ha recibido entre sus manos, y a cada uno ha encomendado a Dios bajo la oración. Y es que cada recién nacido y sus madres representan para ella la oportunidad de servirle al Padre y cumplir con el mandato de orar los unos por los otros.


Por ello, y gracias a sus habilidades y conocimientos en su área, Vilma Lastenia Núñez Obando, es admirada por sus compañeros de trabajo, reconociéndole por su fe inquebrantable, valor humano y profesional que, en medio de cualquier dificultad, se empeña en ofrecer un trato personalizado y cercano a las mujeres que se encuentran en el proceso de alumbramiento.


Sumándole a su apasionado servicio interminables horas de acompañamiento a las madres y sus bebitos mientras permanecen en la sala de labor y parto y puerperio.


En este trabajo impagable, por su dedicación, ha entregado más de 21 años de su vida, asistiendo en el área de maternidad del Hospital San Felipe, además de su labor de más de cuatro décadas en el Instituto Hondureño de Seguridad Social-IHSS.


En su formación académica universitaria destacan sus títulos médico general con maestrías en salud pública y epidemiología, en salud reproductiva y en gerencia médica y administración de hospitales.


También ha realizado publicaciones de diferentes libros en el acontecer médico y en la actualidad cursa la licenciatura en teología “porque mi deseo de aprender nunca termina”.


Décadas al servicio de los demás

Un día de su vida implica la realización de múltiples facetas, desde la mujer de casa, la profesional, la fiel creyente en Dios y la médico. Por esta razón, su despertar es a tempranas horas, aprovechando aún los últimos momentos del amanecer para orar, luego se da tiempo para arreglarse, esto implica unos minutos para el maquillaje y la elección del atuendo del día, su uniforme médico, para luego una vez lista encaminarse al trabajo.


Al llegar al hospital le esperan unos 30 pacientes por atender, luego almuerza y se da tiempo para el estudio de la Palabra, al caer la tarde trata de cumplir con responsabilidades ciudadanas, y un tiempo después busca en su habitación el descanso y la distracción viendo alguna película.


“Mi carrera me ha llenado de satisfacciones, pues puedo ayudar y estar en contacto cara a cara con la gente”, manifestó.


Además, dijo que ama su profesión, “pero atesoro la oportunidad de orar con mis pacientes y de trabajar para mi Señor”.


“Con el correr de los años me he encontrado a madres y a sus hijos quienes me saludan y me dicen: este es el que usted trajo al mundo, aunque en verdad yo solo le ayude a llegar”, contó.


Infancia con amor

El 29 de octubre de 1956 fue el momento en que en el Hospital La Policlínica, de Tegucigalpa, se escuchó el primer llanto de vida de Vilma.


La primogénita del hogar Núñez Obando llegó al mundo de manera prematura y fue recibida en su hogar como un milagro, “una bebé valiosa”, ya que su mamá presentaba un diagnóstico de matriz infantil, es decir que padecía de una malformación uterina que consiste en el desarrollo insuficiente del órgano reproductor encargado de gestar.


“Mis padres fueron amorosos y dedicados, de mi padre tengo los más felices recuerdos y de mi madre describo que es una mujer luchadora y cariñosa”.


El matrimonio en total logró procrear tres descendientes directos, uno de ellos falleció hace tres años.


Como parte de sus vivencias infantiles que siempre recuerda confió que, siendo niña, su tía Olga y su abuelita…. le regalaron un arreglo del cabello, pasando de liso a los rulos de la permanente, “y me decían que había quedado con los rizos como Shirley Temple, (actriz, cantante, bailarina y diplomática estadounidense), de bella que me miraban”.


De igual manera, no puede borrar de su mente los momentos en que sus familiares descubrían por el mal olor que desprendían los alimentos que había dejado en algún rincón o debajo del colchón al no querer consumirlos.


Pérdida irreparable


Su relación con áreas de la salud inició desde que nació, ya que su papá Cristóbal Núñez era médico y su mamá Vilma Obando se desempeñó como enfermera.


La vida familiar fue inigualable hasta sus 10 años de edad ya que en ese momento le tocó enfrentar uno de los procesos más difíciles, luego de que su papá perdiera la vida en un accidente automovilístico.


“De allí en adelante hubo un cambio drástico en mi vida, me tocó enfrentar situaciones económicas tremendas, después de ser tratada como la princesa de mi padre pase a ser la que tenía que sacar la casta por la familia”, comentó.


Su experiencia de dolor y resiliencia le sirvió de inspiración para nunca darse por vencida, de acuerdo con la apreciada profesional de la medicina. “Así que empecé a trabajar y estudiar sin perder de vista mi meta final que era graduarme como médico en honor a mi amado padre”.


Perseverancia


La primaria la cursó en la Escuela Urbana Mixta Manuel Soto, un centro educativo que era de dos plantas, con amplios ventanales, y se encontraba en el barrio Morazán, y luego fue matriculada en el Instituto Central Vicente Cáceres donde se graduó de bachiller en ciencias y letras.


A partir de ese momento decidió trabajar y estudiar para costear sus estudios universitarios, “comencé a trabajar en el laboratorio del IHSS mientras pagaba mis estudios en la UNAH donde cursé la carrera de medicina”.


En sus años de estudiante de las ciencias de la salud se involucró en actividades filantrópicas participando en la Sociedad de Mujeres Americanas-UMA, en brigadas de salud locales y nacionales.


En estas jornadas logró atender las necesidades médicas de jóvenes, mujeres y niños en temas diversos (salud reproductiva), atención a niño sano, situación y manejo de género, VIH para la comunidad en general,


“Concomitante atendí necesidades de salud de decenas de miembros de la iglesia y comunidad”, agregó.


También obtuvo la oportunidad de viajar en representación del país como invitada de las autoridades del gobierno de México para participar en un estudio en salud reproductiva.


Sus amores eternos

Como parte de sus días felices que ha experimentado hasta la fecha enlistó el nacimiento de sus hijas, durante la obtención de sus títulos académicos y “por supuesto los logros de mis hijas y nietos”.


Formó un hogar bajo las leyes terrenales y espirituales, pero luego de unos años decidieron junto a su esposo separarse, pues consideró que él es una buena persona con el cual mantiene una buena comunicación.


“Mis dos hijas han sido mis grandes amores de mi vida y mi orgullo”, expresó al mismo tiempo de revelar que Dios en su vida es todo, “sin Él no somos nada”.


También compartió que le gusta compartir en familia dentro de mi casa y fuera al viajar con ellos, así como disfruta al ir al cine.


Aprendizaje espiritual

De acuerdo con la reconocida doctora pese a que ha leído varias veces la Biblia aún lo sigue haciendo, ya que, aunque ha leído muchos libros médicos el más importante para ella es la Biblia en donde continúa escudriñando la palabra de Dios.


Una situación de dolor con una de sus hijas que casi pierde la vida, le condujo a los pies de Cristo, “pero logré que ella se recuperara y desde entonces entregué mi vida al Señor”.


La iglesia LOGOS en donde funge como tesorera, en este lugar “oramos constantemente por toda la iglesia”.


En homenaje a la madre y a su dedicada carrera, asistiendo a las mujeres hondureñas durante el delicado y preciado momento del parto, Honduras Trascendental rinde este significativo reconocimiento ¡Felicidades en el marco del Día dedicado a mamá!

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