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  • Foto del escritorHonduras Trascendental

Ingeniosos pintores Pedro y Nohelia Grandez, padre e hija, pintan la esencia de su aldea Sonith, San Isidro, Choluteca

El año pasado, ambos participaron en la Arte Expo latina en Colombia alcanzando un reconociendo mundial con el primer y tercer lugar.

 

Las obras del jefe de hogar han podido ser apreciadas por el público de ciudades como; Choluteca, Tegucigalpa, San Pedro Sula y Comayagua. También fuera de las fronteras luego de ser adquiridas por coleccionistas de Israel, Estados Unidos, Ecuador, Colombia, Brasil y Perú. En el caso de su hija ha podido mostrar su arte en Comayagua, Brasil, Perú, Ecuador, y Colombia.

Tegucigalpa. Un contacto a través de redes sociales y luego una llamada telefónica nos condujo a conocer una extraordinaria historia familiar, de un padre y su hija que triunfan a nivel mundial con sus obras primitivistas.

 

Son dos épocas las que se pueden distinguir en sus pinturas, pues el jefe de hogar recurre al pasado antiguo y su heredera su inspira mas en el cercano pasado y presente.

 

Pero, sus cuadros, son un lujo, invaluables creaciones que surgen luego de varios meses de gran empeño y dedicación, y de un estilo basado en sus propias concepciones del mundo que les rodea, ya que ni Pedro Roberto Grandez Oyuela ni su hija Nohelia Xiomara Grandez Castro han pasado por un aula de las bellas artes.

 

Sin embargo, si han logrado conquistar públicos, dentro y fuera de su amada nación Honduras. Las estampas del jefe de hogar con el correr de los años han podido ser apreciadas en ciudades como; Choluteca, Tegucigalpa, San Pedro Sula y Comayagua. También fuera de las fronteras luego de ser adquiridas por coleccionistas de Israel, Estados Unidos, Ecuador, Colombia, Brasil y Perú. En el caso de su hija, de 28 años, ha podido mostrar su arte en Comayagua, Brasil, Perú, Ecuador, y Colombia.

 

En el país, ha sido escaso el apoyo recibido, solo diplomas de participación, pero en 2023 participaron en la Arte Expo latina en Colombia alcanzando un reconociendo mundial con el primer y tercer lugar.

 

Talentos que pudieron perderse

Luego de varios mensajes de texto Nohelia nos pide llamarle, aunque nos advierte que en su comunidad la conexión de red telefónica es inestable.

 

Un primer timbrazo sin contacto, un nuevo intento, y así otro más, este último efectivo. Al otro lado del auricular, encontrándose en su casa que también es su taller, respondió Pedro Grandez, el papá de Nohelia, un sexagenario, de voz suave y gran sabiduría en el mundo del arte naif, esas pinceladas que detallan la vida cotidiana del área rural.

 

Así, entre preguntas y respuestas, dos grandes talentos nacionales nos descubrieron sus vidas y su pasión por la pintura, pero una especial, que surge entre la vida cotidiana de su caserío El Potrerón, aldea Sonith del municipio de San Isidro, Choluteca.

 

A don Pedro, la pintura, con todo lo que implica, le llegó para quedarse como a los 30 años, mientras que a su primogénita y única descendiente desde su primera infancia, pues le observaba desde bebé en sus momentos fascinantes haciendo uso del pincel y los pigmentos multicolores.

 

Un docente, que después se coronó como artista nacional, les cambió la vida

Hasta la edad de 20 años don Pedro no había desarrollado su don especial para la manifestación artística visual, pues, aunque le llamaba la atención, en su lejano caserío sureño, ni ayer, ni hoy, había maestros de arte.


Fue por el deseo de completar la primaria, que se matricula en cuarto grado, estando ya por alcanzar la mayoría de edad, y sin saberlo, unos siete meses después, tras un cambio inesperado de maestro se volvería alumno del más grande exponente de la pintura hondureña, Roque Zelaya.

 

“Roque Zelaya llegó a la Escuela Francisco Morazán como maestro de grado, él aún no era un pintor reconocido, pero si hacia dibujos y yo los pude ver”. Desde ese momento luego de apreciar lo que su maestro de primaria podía dibujar, despertó en él un interés especial por conocer del arte que simboliza sentimientos y experiencias, en especial ese que nace de lo sencillo y espontáneo.

 

Reencuentro

Pasaron los años y en una Semana Santa vuelve a reencontrarse con su admirado maestro, “llegué a buscarlo a la casa de una de sus hermanas, en San Juan Bosco, Pespire”, ahí comenzaría su historia artística de manera formal, pues “Roque Zelaya me invitó a su casa, que no se si aún vive ahí, pero era en la colonia Las Torres (Comayaguela)”.

 

Esta invitación la aceptó casi sin pensarlo, porque de haberlo analizado un poco más, pudo haberla rechazado, por las dificultades económicas que representaba para él viajar a la capital.

 

“Me fui, llegué y empecé a ver sus obras preciosas que mantenía en su casa, al instante dije esto es no es fácil, y cuando (Roque) me preguntó si quería probarme, le dije que lo veía difícil”

 

De esa visita al mundo del reconocido artista nacional, don Pedro, llevó a su casa unos retazos de lienzo, unos pinceles usados que le donó su antiguo profesor de primaria, pero que ahora era su más grande ejemplo en la pintura costumbrista.

 

También le dio consejos sobre las pinturas que debía comprar, “era de lata y se llamaba Sapolin”, y le indicó como debía mezclarla para obtener una variedad de tonos, sacados desde los colores primarios.

 

Primeras ventas

“Me vine a la aldea, y en el corredor de la casa de mis padres, comencé a armar  los pequeños lienzos sobre unos pedazos de madera, ahí pinté una casita como se veían las de mi aldea, con techo de teja, paredes blancas, y una señora con su tradicional escoba”, y así en cada fragmento de tejido dio vida a una obra de arte.

 

Con sus primeras pinturas vuelve donde Roque Zelaya, con apenas el pasaje, buscando la aprobación de su maestro, aunque él creía que le diría que lo siguiera intentado, pero sucedió lo inesperado lo condujo hasta la galería Portales.

 

En el lugar recibió de entre 150 a 250 lempiras y con este reconocimiento monetario volvió para pintar “otros cuadritos y siempre pasaba por donde él (su maestro Roque Zelaya) para mostrarle sus nuevas producciones y obtener nuevos consejos y así recibió el más importante que fue que encontrará su propio estilo y elaborará cuadros de su autoría.

 

Travesura que ahora le enorgullece

En el interior de su casa, sobre su mesa de trabajo, estuvo a punto de deshacerse de una de sus pinturas, cuando su amada hija Nohelia, de menos de cinco años, plasmó sobre el lienzo a punto de terminar sus primeros e inexpertos brochazos.

 

“Me rayó un trabajo que salía mejor volver a pintarlo, pero ya mas grande como a los siete años yo le daba pedacitos de lienzo, pinceles y pinturas”, recordó.

 

Por su parte, Nohelia confió que fue hasta los 21 años, es decir unos siete años atrás, comenzó a mostrar más interés y pasión por el arte.

 

A la fecha, ella, ha pintado 28 obras de manera profesional, y su principal artista, al que le sigue sus pasos como su fans número uno, es su progenitor, quien ha logrado crear unas 185 pinturas.

 

De acuerdo con la descendiente de la familia Grandez-Castro al crear una de sus representaciones figurativas siente una indescriptible satisfacción, porque cada cuadro es único. Hay obras que le llevan hasta ocho meses de intensas jornadas de trabajo.

 

Por su experiencia aconsejó a los jóvenes que no se detengan cuando de perseguir sueños se trata, en especial a los que comienzan en el mundo de la pintura "sigan adelante, porque el arte es pasión y cultura, aprovechen este arte para su beneficio personal y del país".

 

Vida de campo

En su juventud de don Pedro alternaba sus labores de campesino con la pintura, aunque según confió eran escasos momentos que dedicaba a sus creaciones, ya que la siembra de maíz y frijoles demandaba de su mayor tiempo.


Además, junto a cuatro de sus cinco hermanos varones se vieron atraídos por otra de las siete bellas artes: la música, y luego de comprar una antigua guitarra formaron el conjunto de cuerda llamado Hermanos Oyuela.

 

Con el grupo musical amenizaban eventos de la comunidad, pero evitando el consumo de bebidas embriagantes y de asumir el compromiso matrimonial decidió retirarse del mundo artístico para dedicarse por completo a la familia que iniciaba junto a Trinidad Castro, ´Trina´ como le llama de cariño y con quien lleva unas tres décadas de haber llegado al altar.

 

Con una mayor responsabilidad y luego con la llegada de su más grande orgullo que es Nohelia asumió con mayor interés la elaboración de sus originales cuadros, mismos que en sus inicios don Pedro no creía que llegaría a venderlos, ni mucho menos mostrarlos en exposiciones internacionales.


“Ahora cada cuadro que hago, no quisiera ni venderlo”, y pese a su experiencia y técnica para pintar no se considera un experto “yo quisiera aprender a pintar. Yo soy autodidacta y rural, ahí si soy yo”, manifestó.

 

En el caso de Nohelia además de la pintura también se ha dedicado a los oficios domésticos y a los estudios, alcanzado como título académico el de bachiller en ciencias y letras.

 

Sueños por cumplir

 

Para ellos, no existen los límites cuando de soñar se trata, pues anhelan seguir traspasando fronteras con su arte y exponer sus obras en donde se les preste el apoyo para mostrarlo.

 

Además de que el público y las autoridades nacionales se sumen donándoles materiales y adquiriendo sus obras.

 

“Yo quisiera aportar más, donar cuadros a instituciones que lo merecen para que logren fondos. Compartir mi arte en mi comunidad donde no hemos podido realizar una exposición. La Corporación Municipal actual es la primera que nos ha apoyado con algunos materiales”, dijo don Pedro.

 

Su destacada descendiente, reafirmó esta petición al manifestar que para plasmar todo lo que sueñan se hace necesario el apoyo de las instituciones correspondientes, en especial las que promueven el arte nacional.

 

 

Cita

 

“Para vivir no se ocupa mucho, a veces queremos dinero para invertirlo en algo que no es prioridad, con dinero se buscan vicios”, dijo Pedro Roberto Grandez Oyuela.

 

 

 

 

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