En la familia, la madre y sus dos hijas, una de ellas ya fallecida, desarrollaron insuficiencia renal por una condición genética. En la actualidad las dos sobrevivientes comparten su testimonio de vida para concienciar a los hondureños sobre la importancia de cuidar los riñones y además de lo valioso que representa la donación de órganos vitales.
La Fundación Luz y Vida-Funluvi le ha dado a Daniela la oportunidad de trabajar como encargada de la labor educativa, es decir de llevar el mensaje de prevención a niños y jóvenes de centros educativos del país.
Tegucigalpa. Los lazos de sangre, un mismo diagnóstico médico y un trasplante de riñón comparten Daniela y su mamá Noemí. La insuficiencia renal desencadenada por una condición genética fue la causa para que ambas necesitaran de la donación de un órgano vital para seguir viviendo. Lo mismo sucedió con su hermana mayor, quien a pesar de haber recibido un trasplante no logró superar la enfermedad.
Daniela, tiene 30 años y está por cumplir 16 años de haber recibido un riñón donado por una persona cercana a la familia, antes por espacio de más de dos años experimentó procesos de hemodiálisis, por lo que tres veces a la semana era conectada a una máquina en el Hospital Materno Infantil, proceso que le generaba desde vómitos y mareos.
“El 14 de octubre de 2008 fue mi trasplante y este año cumplo 16 años de mi cirugía”, dijo Daniela, en esta etapa el mayor reto a superar ha sido, desde el primer momento, mantener su nuevo órgano en perfectas condiciones.
Tras la intervención quirúrgica requirió de cuidados extremos hasta lograr que su cuerpo aceptara el nuevo riñón, luego poco a poco volvió a encontrar el equilibrio en su dieta alimenticia, fármacos y cambios físicos desencadenados por el proceso médico.
“El primer año del trasplante fue doloroso. Por el tiempo que estuve en cama luego tuve que ir a fisioterapia para volver a caminar. Luego el tema del agua es como el cambio más drástico que experimenté porque antes del trasplante el consumo de agua era limitado, y después volví a tomar hasta tres o más litros al día”, reveló.
Además, quedó con una dosis de varios medicamentos al día, entre ellos calcio y vitamina D, pero luego todo cambió con el pasar de los meses “yo solo me he quedado con los inmunosupresores, dos veces a la semana”.
Para lograr superar esta fase, primero se aferró a su fe, luego aprovechó el soporte familiar y de los médicos que apostaron a su tratamiento permanente y además aceptando que no puede bajar la guardia implementando nuevas rutinas de vida, y gracias a este plan de vida al año pudo retomar sus estudios.
“Retomé también mis actividades en la iglesia, luego logré entrar a la universidad y culminé la carrera de psicología”, agregó para luego expresar que sus logros han ido de la mano del ejemplo que le han dado sus papás, en especial de su madre quien fue la primera en vencer a la insuficiencia renal.
En ese tiempo en que fue intervenida Daniela se realizaron unos 30 procedimientos en pacientes pediátricos, la mayoría con gran éxito, cirugías que se realizaron en el sistema público de la mano de grandes especialistas “como la doctora Carolina Rodríguez quien con decidió arriesgarse, porque mi donante y yo solo compartíamos un 4 por ciento de compatibilidad, lo único que compartíamos era el mismo tiempo de sangre”.
La cirugía fue un éxito, uno de los casos que representan además los avances logrados en el país en materia de tratamientos bajo la donación de un donante vivo que continua su vida sabiendo que le salvó la vida a otra persona.
Su mamá libró primero la batalla
En la familia Ordóñez-Quezada, la mamá fue la primera en librar la batalla, tras una falla de sus riñones, y también recibió el trasplante, en su caso donado por una de sus hermanas.
“Ella tuvo que salir del país para para operarse, su solo estuvo como dos meses en diálisis peritoneal y luego ella se reintegró rápido. Luego le tocó superar lo de mi hermana y después conmigo, aunque cada proceso fue diferente”.
Este proceso según Daniela fue el primer milagro en la familia, pues su madre tiene 41 años de haber recibido el trasplante y no toma ningún tipo de medicamentos para sostener su salud.
Promotoras de un mensaje de vida
Sus testimonios de vidas han sido sus banderas en los últimos años para generar conciencia entre niños y jóvenes sobre la importancia de cuidar la condición física y los beneficios para el organismo de llevar una dieta balanceada, consumir agua, y el ejercicio.
“Yo trabajo en Funluvi (Fundación Luz y Vida) como encargada de la labor educativa y vamos a centros de enseñanza para hablar acerca del cuidado preventivo de los riñones con muchachos y niños que quizás no van a padecer la enfermedad, pero sí, hacerles conciencia del valor de la salud, de cuidarnos en todos los aspectos”, expresó.
También trabaja en una escuela que brinda educación a los niños de familias que trabajan y viven en el basurero municipal de Tegucigalpa. “Actualmente soy la directora y maestra de español y ciencias sociales”.
De igual manera, es testimonio de vida en el Ministerio Internacional donde asiste desde que era una bebé y es la iglesia que décadas atrás también acompañó a su mamá con el proceso de recuperar su salud.
“La iglesia siempre ha estado presente para nosotros fue un apoyo, porque no todo es como tema físico, sino que también temas emocionales, temas de dificultad, incluso económicos porque las pruebas de compatibilidad las costeamos nosotros. Algunos cuidados de enfermera post trasplante también”, manifestó.
Acciones preventivas
Edward Adolfo Girón Alfaro, especialista en medicina interna y nefrólogo, explicó que la enfermedad renal puede prevenirse con medidas como evitar el consumo de antiinflamatorios no esteroideos, control de la presión arterial, control de la glicemia y evitar las infecciones urinarias.
También recomendó hacer ejercicios 30 minutos al día, implementar una alimentación rica en frutas y verduras, tomar de 2 a 3 litros de agua por día, disminuir el consumo de sal, cubito y consomé, control del colesterol y triglicéridos y evitar el sobrepeso.
Cada una de estas acciones permite tener riñones sanos y en condiciones óptimas, lo que resulta fundamental para el bienestar de los pacientes.
Acciones nocivos para el riñón
El consumo de alcohol y tabaco le restan vida a los riñones, el alto consumo de sal, la automedicación en especial con los antiinflamatorios, y el sedentarismo también contribuyen con el daño al sistema renal.
La ingesta excesiva de gaseosas y bebidas energizantes, la deshidratación, aguantar ganas de orinar, no tomar agua, y alimentos procesados son de igual manera practicas que afectan a los dos órganos vitales del sistema urinario.
Y es que los riñones cumplen una función clave en el organismo, filtrando los desechos y el exceso de líquido en sangre, además regulan los niveles de líquidos del cuerpo, también son los encargados de liberar una hormona que regula la presión, así como de activar la vitamina D para mantener los huesos sanos.
Entre las funciones se enlistan también la de liberar la hormona que dirige la producción de glóbulos rojos y mantener los minerales de la sangre en equilibrio (sodio, fósforo, potasio), pero cuando estos órganos fallan, se produce una acumulación peligrosa para la salud, que puede derivar en serios trastornos como la enfermedad renal crónica, nefropatía o insuficiencia renal crónica. Esta es la pérdida gradual de la función renal, una patología no transmisible que puede afectar severamente la calidad de vida del paciente.
Síntomas
La enfermedad renal según los especialistas puede aparecer a cualquier edad, sin embargo, la mayoría de las personas que la padecen no tienen síntomas, por eso la detección temprana es fundamental.
Entre las principales manifestaciones de padecer daño renal se enlistan el cansancio, debilidad, hinchazón por la mañana, sangrado en la orina, infecciones urinarias repetitivas, aumento de la sed, y una mayor necesidad de orinar (especialmente por la noche).
Costoso tratamiento
El costo de una caja de 30 unidades de los inmunosupresores que por lo general son consumidos por los pacientes que reciben un trasplante es de entre 7 a 8 mil lempiras. En el caso de un trasplante de riñón en el sistema privado, incluyendo los servicios de cuidado post operatorios es de 1.5 millones de lempiras de manera estimada.
La cirugía suele durar entre tres y cuatro horas. El riñón dañado generalmente no se extrae, sino que un nuevo órgano adapta al sistema del paciente.
La insuficiencia renal es considerada en la actualidad como una “epidemia silenciosa” porque es bastante común. Uno de cada diez adultos en todo el mundo la padece, aunque muchos ni siquiera saben que la tienen.
Marianella Sierra, directora ejecutiva de Funluvi, informó que a lo largo de los últimos 24 años en que la institución que rectora ha funcionado han podido identificar que un alto porcentaje de las personas que padecen la enfermedad son de bajos recursos económicos y dada esta circunstancia sus necesidades son múltiples en su vida diaria.
Por ello, la Fundación realiza de 4 a 6 ferias de Salud anuales, mismas que son totalmente gratuitas para la población, con la prestación de exámenes clínicos para detectar a tiempo la enfermedad.
También ofrecen educación respecto al tratamiento y la mejor adherencia, ayuda con exámenes de laboratorio, medicamentos, apoyo en transporte cuando así lo requiere el paciente y hasta gastos fúnebres.
Los beneficiarios de Funluvi en su mayoría son adultos porque es la mayor población que hay de pacientes renales en Honduras
Pendiente actualización de leyes
En el país se dispone de la Ley de Trasplante y Extracción de Órganos y Tejidos Humanos desde 1982 y en 2014 se realizó una reforma en la que se estableció crear un laboratorio de histocompatibilidad, el cual funciona en el Hospital, pero sigue pendiente la actualización y reglamentación de esta normativa y la Ley Nacional de Donación de Órganos y Trasplantes.
Se estima que, a la fecha, en Honduras se han realizado un poco más de 500 trasplantes de riñón, de donante vivo. Y según estadísticas nacionales son más de 4,000 personas diagnosticadas como pacientes renales, estos son los que reciben tratamiento en unidades de hemodiálisis.
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