Ella se coronó como la primera hondureña en llegar al emblemático pico. Fue en el mes de mayo de 2024, tras cuatro días de travesía, partiendo desde el campamento base, cuando logró alzar el pabellón nacional en el pico más alto del mundo.
Su determinación y su fuerza física fueron su mejor equipo y pese a la rudeza de la ruta no se niega a la idea de volver. Capitalina de nacimiento, licenciada en lenguas extranjeras con orientación en inglés, con una maestría en nutrición deportiva.
Tegucigalpa. Ni las profundas grietas entre los inestables bloques de nieve, ni las empinadas crestas y paredones rocosos, impidieron que una hondureña llegara este año a la cumbre del Everest.
Ella viajó a miles de kilómetros de su hogar para plasmar su nombre y el de su patria, al lado de experimentados alpinistas que representan a grandes potencias, y lo logró, pues Dora Raudales Vargas, tras dos meses de ausencia, volvió cargando una hazaña, al llegar al pico más alto del planeta, es decir haber escalado más de 8 mil 800 metros sobre el nivel del mar.
En su travesía venció lo que pudo ser imposible, y para lograrlo cargó como equipaje interno lo que dictaba su corazón, la concentración a mil, la confianza en la respuesta de cuerpo y su gran determinación.
Fueron 26 horas de caminata, casi sin descanso, las que completó en su ascenso, por ejemplo, en la última sección del tramo logró dormir apenas dos horas.
Es capitalina de nacimiento, licenciada en lenguas extranjeras con orientación en inglés, título que obtuvo en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras-UNAH, además posee una maestría en nutrición deportiva, formación que cursó en línea en una universidad de España.
Exigente ruta
Para responder de manera favorable a las exigencias del camino sus pisadas debieron ser determinantes, pues de acuerdo con Dora la experiencia de escalar la montaña mas alta del mundo es “muy difícil”.
Razón por la cual, en esos momentos en el que se va en ruta, tanto de ascenso como descenso, los pensamientos están concentrados en cuando hacer uso de las reservas de fuerza, el tiempo, el oxígeno, y hasta el cansancio que de vez en cuando hace temblar el objetivo de llegar a la cima.
El camino que a cualquiera podría hacer retroceder, pero no a Dora, inició al abandonar el campamento base, una pequeña ciudad conformada por casas de campañas, que se deja para tomar la parte más peligrosa, ya que se avanza por entre la desembocadura del enorme glaciar de Khumbu.
Ahí los alpinistas se encuentran al paso unas grietas profundas, por lo que para bajar el nivel de riesgo se avanza en horas de la noche aprovechando que el hielo esta mas firme, en este punto hay varias secciones que se atraviesan por rampas formadas con escaleras, y algunos tramos se requieren de saltos libres y hasta de hacer uso de la fuerza de los brazos.
Cada momento, entre los pensamientos, los consejos del guía, la motivación personal y del resto del equipo, hacen que cada participante experimente un sube y baja de emociones.
Luego más adelante se llega a otra sección, el famoso Escalón de Hillary, una pared rocosa casi vertical de 12 metros que representa un gran desafío antes de alcanzar la cima.
“Al pasar esta área se ve todo blanco, demasiado perfecto, un caminito delgado que no era para arriba, ya no eran piedras. Era tan bonito, estaba ya a cinco minutos de la cima”, donde un tiempo después Dora extendía la bandera de cinco estrellas.
En su equipo eran 15 personas, entre el guía y los participantes, y todos lograron coronar el objetivo, de pisar la cresta de la montaña y hacer flamear la bandera de sus patrias, en su caso “un sueño hecho realidad”.
Sobre sus espaldas
Una mochila con un peso de 20 libras cargó la campeona nacional en su travesía, cargaba en su interior arnés, cuerda, oxígeno y agua. Para cubrir su cuerpo hizo uso de botas especiales, guantes, y ropa térmica, así como dispositivos metálicos de tracción para lograr avanzar por entre el hielo.
Y es que el equipaje debe ser lo mas liviano posible para lograr mantener el ritmo y el equilibrio, pues en algunos momentos no se soporta ni el propio peso.
Solidaridad y compañerismo
Entre los riscos helados de la cordillera del Himalaya, según ha confiado Dora en sus entrevistas, se abraza un ambiente de solidaridad y compañerismo, pues en los dos meses de estancia que dura la expedición, entre el tiempo en que los montañistas se aclimatan y salen hacia la conquista de la montaña, se crean fortalecidos lazos de amistad.
Además, de acumular grandes lecciones de vida, en su caso aprendió “que no hay imposibles para el que cree y trabaja por lo que quiere”.
Preparación
Hasta antes de que sus sentidos se encontraran con el montañismo Dora había practicado Crossfit, Trail running, y también había formado parte de los competidores de varias maratones.
También logró llegar al Pico de Orizaba, nevado de Toluca, iztacihuatl en México, y Aconcagua, en Argentina.
Todas estas diferentes formas de mantenerse activa le prepararon para enrolarse en la aventura mas grande que hasta el momento ha experimentado, pues además representó la primera vez en que se separó, a lo largo de dos meses, de sus hijos y esposo.
Hondureña cien por ciento
Ella es la primogénita del hogar de David Raudales y Prady Vargas, tiene dos hermanos menores, y aunque nació y residía en Tegucigalpa, pudo vivir inolvidables momentos de juego en el campo, pues su familia es originaria del municipio de Cedros, Francisco Morazán.
“Amaba ir al campo a correr, me gustaba ordeñar vacas y cabras”, manifestó.
La primaria la cursó en la Escuela Técnica Número 8, José Trinidad Reyes, que se encuentra en el sector 1, de la colonia Hato de Enmedio.
Ha logrado conformar un hogar estable con su esposo Allan Roberto Handal, con quien lleva 20 años casados, y a quien describe como emprendedor, enfocado, responsable, y su mayor apoyo.
Reside en Monterrey, México desde hace casi dos décadas, pero visita siempre su tierra natal, de la cual se siente orgullosa.
En corto
¿A quién admira?
A mi madre
¿Qué pasatiempos posee?
CrossFit y senderismo
¿De qué se siente orgullosa Dora Raudales?
De ser mamá de tres hermosos niños Allan Andrés (17), Elizabeth (16) y Catherine (11).
¿Qué le gustaría heredarles a sus hijos?
A ser disciplinados y luchar por lo que quieren.
¿Qué religión profesa?
Cristiana
¿Cuál ha sido el día más feliz de su vida?
El parto de mi primer hijo
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